"Ella pensó que morir sería más difícil. Se había imaginado convulsiones y sangre, dolor e incomodidad. Pero no, solo bastaron unas cuantas pastillas que encontró dentro de un botiquín en su casa y listo. Se las tomó y al rato le vinieron los mareos que hicieron que toda su habitación cambie de colores y que no sepa si estaba parada, echada o arrodillada, sintió que se desvanecía, que se le cerraban los ojos y que lentamente su cuerpo iba perdiendo fuerza. Y después de eso... Nada, silencio, paz, tranquilidad y calma.
Lo primero de lo que se percató cuando despertó fue que se encontraba amarrada fuertemente de manos y pies a una silla de metal, y que estaba dentro de una habitación muy blanca y espaciosa; tan blanca que le hacía doler los ojos, no había nada a su alrededor, ni una persona, nada. Usaba una especie de túnica, blanca también, que la cubría de pies a cabeza. No había nadie más, lo sabía, pero aún así trato de gritar, pero no podía ni abrir la boca. Se comenzó a desesperar y trató de soltarse de sus ataduras con con todas sus fuerzas, después de forcejear un buen rato pudo zafar su mano derecha y con ella se desamarró completamente.
De alguna manera sabía que estaba muerta, casi podía sentirlo en su cuerpo. Se paró y caminó decididamente hacia la puerta que tenía en frente. La abrió y salió. Lo que vio fuera la dejó completamente paralizada. No se lo esperaba y fue como un baldazo de agua helada en una noche de invierno. No estaba lista para ver eso. Nadie lo está. Se dio la vuelta para volver a entrar al cuarto del que acababa de salir, pero no encontró la puerta por ningún lado. Había desaparecido, lo único que le quedaba era dar media vuelta y enfrentar esa pesadilla.
Era un funeral, SU funeral. Reconoció a todos los que estaban ahí presentes, amigos, familia, no tan amigos, gente morbosa que solo iba para estorbar y demás personas. Respiró un par de veces para quitarse los nervios de encima y temerosamente se paseó entre la gente, cuidándose de no chocar con nadie. Pero daba igual. Nadie la veía, lo cual era bueno. Pero luego sintió que algo no estaba bien, tardó un instante en percatarse qué era lo que se sentía mal y fuera de lugar. Y cuando se dio cuenta que nadie lloraba, se sintió débil. Nadie parecía triste por su partida. Ni sus papás, ni primos, ni tíos ni su única amiga. NADIE.
Ella no pudo mirarlos más, siempre supo que no la querían, que no había cumplido las expectativas que ellos tenían de ella, pero nunca los había tomado como seres insensibles. Cada segundo que sus ojos estaban posados en ellos, su instinto le decía que lo que acababa de hacer había sido una buena idea, que abandonarlos de esa manera había librado a todos de una vida infeliz, que le había dado un cierre adecuado a esa relación enfermiza que mantenía con las personas que la habían traído al mundo.
Buscó a alguien más a quien mirar, simplemente tenía que desviar la mirada y la siguiente persona que captó su atención, fue la figura que estaba justo detrás de sus papás, su amiga, la única chica de su edad que la aguantaba, eran "amigas" desde siempre, pero ambas sabían secretamente que su llamada "amistad" no sólo era falsa, si no que también, era aburrida y monótona. Su falsa amiga no lloraba, es más, no parecía ni triste. Parecía aliviada al ya no tener que pretender que le gustaban las mismas cosas, ya no tenían que intentar hacer cosas juntas, ya no tenían que pensar horas de horas en lugares a los cuales ambas pudieran ir sin aburrirse ni sentirse fuera de lugar. Se conocieron desde niñas, y cuando eran pequeñas eran inseparables, pero a medida que fueron creciendo juntas, se alejaron. Crecieron juntas físicamente pero sus gustos, personalidades, intereses, y demás, estaban tremendamente separados. No tenían nada en común. La "amiga" ya era libre. Y su alivio se notaba claramente en su rostro.
Ella no podía seguir así, no se arrepentía de lo que había hecho pero ver que las personas no mostraban emoción alguna ante su partida la hizo querer revivir, solo para morir otra vez.
Corrió, no sabía a donde. Y no supo por cuanto tiempo iba a correr, pero no dejo de hacerlo hasta que oscureció y ya no veía nada. Se sentó en el piso, escondió la cabeza entre las rodillas y comenzó a llorar. Ella hizo lo que hizo porque ya no quería existir, pero de alguna manera seguía ahí.
Su plan no había funcionado y en ese momento ella se dio cuenta, que nunca iba a dejar de sufrir.
El fin
Yes yes, my mind is an extremely dark place, pero cuando encuentras como desahogarte, lo haces.
Extrañaba bloggear si que si
Hope you liked it
Xoxo